miércoles, julio 02, 2008

Los muertos vivientes: Esta triste vida

Cada día echo más de menos el lapiz de Tony Moore.

Mientras la historia se abría, en los primeros números, y el talento de Robert Kirkman daba todo lo que quería ofrecer sobre su particular visión del apocalipsis zombie, no me importó demasiado la temprana incorporación de Charlie Adlard como dibujante.

Tony Moore ilustró un inicio sensacional, definió gráficamente a algunos de los protagonistas (la mayoría ya no están entre nosotros, como en toda buena historia de fin del mundo), y Charlie Adlard fue estropeando poco a poco su labor.

¿Alguien sabe diferenciar los personajes entre sí? A veces incluso cuesta distinguir los masculinos de los femeninos. De trazo grueso y poco dinamismo, Adlard está jugando en contra de lo que podría ser una gran colección de largo plazo. Ahora que Kirkman empieza a flojear, que ve que la historia se le ha ido algo de las manos y no tiene un rumbo fijo, no podemos encontrar refugio en el apartado gráfico. Nos chirría.

Puede que Kirkman tenga ahora la cabeza en otros proyectos, siendo un tipo solicitadísimo como se ha vuelto. Pero no debería abandonar la joya de la corona de los cómics de zombies. La que más nos gusta. Ha tomado decisiones arriesgadas (esa mano cortada puede ser una jodienda para Rick), pero empieza a haber demasiadas idas y venidas que no llevan a ningún lado.



Seguiremos la serie, claro que sí. Disfruto con Los muertos vivientes, y en cada número hay un par de sorpresas que te dejan helado. Pero espero que, como cualquier zombie del montón, no se vaya pudriendo con el tiempo y acabe en una estantería muerta de asco, gimiendo, esperando que algún incauto pase por delante para incarle los pocos dientes que le quedan.